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Yoga con bozal

Sábado desayuno continental: parque lleno con una clase de yoga al aire libre con bozales puestos.

Agradecí no ser parte del show, porque quedarme sin oxigeno mientras hago la postura del perro hacia abajo inhalando profundo a punto de irme de hocico, hubiera sido una película clase B sin subtítulos. 

Sinceramente el yoga y yo nunca nos hemos llevado bien, tomé dos clases y casi la envuelvo a la profesora en la colchoneta de goma atándola a la columna central del predio.

Primero porque esto de que alguien me diga como abrir un chakra en cuarenta y cinco minutos cuando hace treinta años que vengo discutiendo con las flores de bach y las corrientes hinduistas, suena a una estafa New Age.

Tequila Sunrise

Resumir un viaje en avión en los tiempos que corren es como traducir el Bhagavad Gita de un tirón, una tarea casi imposible y con varios banquinazos en el camino. Pero a esto me dedico, a observar la realidad e interpretarla para ver a cuántos tengo de mi lado el día que tiremos los cuerpos en el fogón y brindemos con ceniza de zombie.

Confieso que llegar al aeropuerto de San Francisco fue una experiencia agridulce. Tanta gente con bozal puesto tomando su latte con pajita por debajo de la tela fue como una operación a corazón abierto, inesperada y dolorosa. El desafortunado evento me forzó a comprar un café con leche y sostenerlo pegado a la boca para que ninguna oveja apocalíptica me coartara la libertad de respirar aire puro. 

Suck it 2020!

La parte más linda de irse de viaje es cuando te preparás para el viaje. Bueno, salvo cuando voy de shopping para el mismo y los cadáveres caminan a mi lado con el bozal puesto esperando a que yo los creme clandestinamente en el centro comercial. Lo juro, están esperando la balsa con las flores, los sahumerios y el puñetero testamento. Que dice algo así cómo: no tengo a quién dejarle mi herencia porque tenía miedo de relacionarme con la gente y morí solo. No me considero una tipa con paciencia, pero estas ratas de laboratorio me han sacado hasta un hemograma completo. ¡Dejen de drenarme visualmente que estoy a dos días de subirme a un avión!

De San Diego a Vietnam

Después de seis meses y un día abrieron los salones de belleza, mis queridas vietnamitas volvieron al ruedo y ayer hice una parada técnica en la puerta del negocio para pedir un turno. Este fin de semana me voy a San Diego y quiero estar divina para mi paseo en avión. Odiaría que el aeropuerto no me reconozca por haber cancelado cuatro viajes y por haberme peleado con los usa barbijos por una temporada completa.

La plandemia ha dejado mis manos y pies a la miseria, esto es lo que pasa cuando boxeás sin guantes, las peleas callejeras con la mediocridad te dejan chafada en la camilla con la máquina de callos.

Tina lo sabe, y cuando prende la máquina la prueba en su mano para que mi inconsciente no se piense que es una sierra eléctrica y que me están por cortar un pie. 

Ella se cree que esto es lo que más me aterroriza, pero se equivoca, lo que verdaderamente me atormenta es su obsesión con mi estado civil. 

Piloteando zombies

 Hace dos días que mi Nokia 1100 explota de fotos de la pornografía política Argentina. Me excita la inteligencia, no la vulgaridad, pero a quién le voy a discutir si a nuestra sociedad le encanta la perversion.

Soy una mujer seducida por el arte y el buen gusto, y en una era en donde el sadomasoquismo lleva la delantera, estoy empezando a parecerme a una de esas figuras renacentistas echada en un sillón con un bebé en brazos. Bueno, salvo que nunca quise hijos y que no soy de recostarme al menos que tenga un tirón en la espalda. 

Por lo demás, considérenme una mujer de los 1800, pero no una cosiendo botones para mi marido, sino una Amelia Earhart. Corajuda, revolucionaria y la primer mujer aviadora estadounidense en cruzar el océano Atlántico—además de haber publicado varios libros que fueron bestseller.