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Santo Domingo, The Return

—Oye chica, que pasa contigo, tu pasa por delante mío y me ignora, ¿acaso te he ofendido, mami?

 

Estados Unidos está por colapsar y mi vecino dominicano sigue pensando que el problema es él. Imposible juzgarlo, un hombre que ha dormido con tantas mujeres debe retener algún porcentaje de responsabilidad, o al menos eso creí hasta que me dijo:

 

—Ey mami, este viru te ha arrancao de mi vida, no te veo ni en la bicicleta, que ha pasado bebé, ¿tienes un novio?

 

—No papi, tengo una vida, pero dejame ver si la puedo pausar para acomodar tus necesidades.

 

—Dos palabras y ya te sale la Argentina loca, ese e tu problema, que necesitas un novio urgente, lo tienes en frente y lo desaprovechas.

 

—Papi, si yo me pondría de novio con vos, me dejarías embarazada y una vez que te doy el hijo me mandarías a vivir de los planes del gobierno. Las cosas como son.

 

—Que dura eres tu con este dominicano, tu solo piensa que yo quiero tu cuerpo, y te equivocas chica, yo valoro nuestra amista.

 

—La amistad te ayuda a poner estanterías en una pared, no te llama solamente para ver películas a las once de la noche, querido. Hace cinco años que estoy esperando a que me ayudes con el taladro y las maderas.

 

—Y yo hace cinco años que estoy esperando a que te cases conmigo.

 

—¿Y habitar el matrimonio más infeliz de la historia?

 

—No chica, ese ya pasó, y fue el mío. Quince años de castigo.

 

—Ajá, y ella seguramente cortaba pepinos pensando que vos eras un tipazo. Papi, no me vendés ese guion ni a la de diez, uno no llega a los cuarenta y cinco años soltero por haber sido un buen marido. Cada uno cumple con su parte y la gente en términos generales se atrae para resolver, crecer o saldar deudas pendientes con la vida. En muy pocas ocasiones predomina el amor incondicional al que todos aspiramos. Por eso muchas de las relaciones no funcionan, porque el ego herido del ser humano sigue en proceso de restauración. Un show bastante doloroso te confieso.

 

—¿Y tú quién ere? ¿La doctora del amor? ¡Si tú también estás soltera chica! De qué me hablas.

 

—Claro, porque no responsabilizo a otro ser humano para saldar deudas personales con mi evolución. Igualmente, no le cierro la puerta a nadie, pero dudo de que lo nuestro funcione, Papi. Ver tantas mujeres entrar y salir de tu casa me ha confirmado que sos un hombre exigente, solo que un tipo de exigencia que no coincide con la mía.

 

—Tu eres un misterio para mí, desde que te conozco que no te he visto con ningún hombre, a veces me pregunto si lo tienes escondido en tu departamento debajo de esa pintura blanca chica.

 

—Hay un par, pero están bien muertos, y no precisamente debajo del piso, sino más bien en mi placard, donde guardo todo lo que no sirve. De todas maneras no soy una mujer promiscua, Papi, me da bastante asco como la gente salta de cuerpo en cuerpo sin medir las consecuencias energéticas que esto causa.

 

—Mucha filosofía chica, si te juntara conmigo se te olvidaría todo ese palabrerío argentino que te hace inalcanzable. Te divertirías y aprenderías que la vida es más simple.

 

—Si la simplicidad radica en comer frijoles, hacer el amor sin intimidad y que mis acciones no tengan consecuencias, entonces probablemente estemos destinados a ser vecinos forever, Papi.

 

Cuando di la charla barrial por finalizada para volver a mi departamento, mi querido dominicano se acercó agarrándome de la cintura desprevenidamente, mide un metro noventa, no es fácil escaparle a este negrón.

 

—Vamos bebé, dale un beso a este dominicano que te desea desde que naciste. 

 

—A ver, dejame pensarlo, ¿lo hacemos ahora frente a todos nuestros vecinos o espero a que las modelos de Victoria Secret me hagan un lugar en su agenda cuando se vayan de tu casa? No sé que hacer.

 

Lo empujé sutilmente para que no sienta su narcisismo ofendido y me vine zumbando a casa para escribir sobre esto y que quede documentado de que si alguna vez desaparezco sin dejar rastros, no fueron los iluminatis, ¡fue Santo Domingo!

 

Buen martes para todos,

 

Ceci Castelli

 

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