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El apocalipsis del sadomasoquismo

No tomo alcohol, no fumo y no tengo sexo y hoy me levanté como si hubiera hecho las tres cosas a la vez. 

Estoy empezando a creer que esta ciudad me está arruinando más de lo que me cuida. Mi deseo es portarme bien, pero anoche la gente me hizo pensar mal y tengo que colocar a los responsables en su lugar, al menos si algún día quiero que esa hoguera los queme en serio.

Esta maldita plaga ha invadido mi círculo social y ahora encima son religiosos también. No creo en la religión católica, sino más bien en un Dios que nos ama a todos por igual, pero cuando un tipo un sábado por la noche te cita un pasaje de la biblia en una ciudad poblada de ateos, el milagro se estaba revelando solito. 

Este fin de semana fuimos a Hawthorn Lounge, un bar en un subsuelo en la calle Geary en el districto financiero. A cuatro cuadras estaban filmando The Matrix (parte 4), clarísimo está que hubiera preferido estar con Keanu Reeves tomándome la píldora roja y hablando de filosofía. En cambio, me encontré con mis amigos y me presentaron a un tal Demian: ex amante de una amiga mía. Por supuesto que yo hasta el momento no sabía nada de la actividad sexual de este cristiano, simplemente me pareció muy simpático y nos pusimos a hablar del Nuevo Testamento. Sensible, carismático, caballero, respetuoso y alemán. Me contó que estaba fundando una iglesia y que si quería ir a misa al día siguiente así escuchaba un poco “la palabra”. Cómo pasamos de la ciencia ficción a la verdadera ciencia ficción, ni idea. Pero la película de mi vida lo está sobrepasando a este Keanu por cinco temporadas. Si no me apuro, lo voy a terminar contratando yo a él. 

Mientras Demian me paseaba por el versículo Jeremías 17:7-8, yo intentaba encontrarle algún defecto; debería existir una frase tipo: “cava, cava, que algo encontrarás”, porque no sé si son mis recursos periodísticos o qué, pero la gente siempre me termina revelando las cosas más íntimas de su vida. Graciadió, ya que, ¿quién quiere chutarse tres años esperando a que los trapitos los traigan solitos?

Resulta que el futuro pastor de la iglesia que jamás pisaré, le gusta el sadomasoquismo, atar a sus mujeres en diferentes posiciones y hacerlas sufrir un poco para llegar al climax. ¿Y esto es un siervo de Dios? Que nadie me malinterprete, estoy segura que Dios está jugando al dominó mientras todo este circo en el planeta Tierra sigue con su función. Y si el Todopoderoso no juzga, menos lo voy hacer yo arriesgando mi pulso cardiaco con un potencial asesino serial al borde de la cama. 

Pero, ¿en serio? ¿Sentir placer a través del dolor? Si sigo cavando la que se va a tirar al pozo soy yo con mil años de historia y ningún progreso. 

Ok, es una raza primitiva y lo acepto, ¿pero justo se tienen que tomar un té con mi compañía un sábado por la noche? Si realmente existe un Dios, ¿así me quiere ver? ¿Extorsionando a la escritora que vive en mí para que siga documentando un delirio más y me termine suicidando con la barra espaciadora?

Cuando me giré para desaparecer por completo, apareció Carlo, un italiano cincuentón íntimo amigo de un ex novio de Irene—una amiga mía que estaba en el evento. 

 

— Ire, lo único que nos falta esta noche es que aparezca tu ex, y ahí  la que se tira del helicóptero de The Matrix, soy yo.

 

— Quita, quita, ¡ni lo menciones! Encima conocí a alguien, odiaría tener que dar explicaciones.

 

— Jurame que no está entre nosotros porque no puedo presenciar un show más.

 

— No, no, está preparando las mochilas en su casa porque la semana que viene nos vamos de camping.

 

Entre el camping y el sadomasoquismo creo que prefiero que me aten a la columna de madera. Pero mi versión se acerca más a la de Juana de Arco: cremada por no encajar.

Mientras Irene me contaba que no sabía que tipo de desmaquillante iba a llevar a esta desafortunada aventura en carpa, nos fuimos todos juntos al Club 251, un sitio donde tocaba un DJ de la India fusionando Bhangra con Hip-hop. Bailé mucho y me sacudí la tensión de habitar un mundo equivocado, pero cada vez que lograba superar mi noche, aparecía Demian haciendo el numerito de novio enamorado. Se lo estaba currando, no había dudas. O eso pensé yo, hasta que Irene me despidió cuando me fui contándome que Demian la había invitado a su casa para tener sexo (esa misma noche).

Chicas, váyanse con cuidado, cuando yo digo que es una plaga no le llega al Coronavirus ni de coña. 

 

— Ay Dios, he perdido la fe en el género humano, Ire, que querés que te diga.

 

— Ceci, es normal, yo veo esto todo el tiempo. A mí no me sorprende.

 

— No, no es normal, lo siniestro es que lo vivamos como una normalidad. Mientras sigamos ignorando que somos una raza enferma y desencantada continuaremos intoxicando nuestros vínculos con la evaluación incorrecta sobre la existencia humana. Un animal tiene más consciencia que estás bestias que nos rodean. Pero hey, suerte con el camping y los grillos a las 3 am.

 

Nos despedimos con el sabor amargo de la verdad, pero ese Dios— al que yo le rezo— me prometió desde que nací que jamás me ocultaría nada, aunque tenga que soportar el irme a dormir pensando en los pobres latigazos que se ligó alguna mujer en nombre de un orgasmo.

 

Onward!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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