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Enterrando cadáveres

Un planeta gobernado por el reggaeton, la vacunación compulsiva, la comida transgénica y el ateísmo, solo puede dejarnos cavando una fosa para nuestra próxima reencarnación. Que fue exactamente lo que hizo la familia de Inocencio Juárez al enterarse que la morgue se quedó con el cuerpo de uno de sus miembros declarándolo muerto por el bicho cuando en verdad falleció de un infarto. Y así, como quien se junta a jugar un doble, los vecinos y la familia del difunto fueron al establecimiento y robaron el cuerpo de Ramón Inocencio Juárez. Lo bañaron, lo cambiaron y lo enterraron a donde ellos quisieron. Suena a una película de ficción, pero esto pasó en Tartagal, Salta.

Dada la situación actual, al que que me discuta sobre esta plandemia va a terminar adentro de esa heladera en la morgue, pero vivo y contando ovejas hasta que su corazón deje de latir.

Entre los PCR falsos—o mejor dicho, limitados, ya que al detectar el virus en el cuerpo si este test no va acompañado de otros estudios no se puede saber a ciencia cierta si el sistema inmunitario se ha defendido del mismo superándolo— y el terrorismo sanitario, estoy por ponerme a estudiar la carrera de abogacía a los cuarenta años para llevarlos a todos a la corte. 

Mataría dos mil pájaros de un tiro: darle el gusto a mi familia e iniciar juicios penales a todo corrupto que se tropiece con mi impaciencia. 

Claramente me la pasaría en tribunales, probablemente estaría soltera (como hasta hoy pero sin el título de abogada) y estaría organizando fogatas clandestinas de la quema de cuerpos con barbijos. Vivos y gritando: 

 

—Yo solo te había pedido que te pongas el bozal, ¡por favor no me mates!

 

—Y ese bozal te costó la vida, muah ja ja ja.

 

Utilizamos solo el 7% de nuestro cerebro y con lo poco que tenemos para defendernos tengo que aplicarlo para bloquear a una raza que no usa ni el 2%. Me lo ponen fácil, antes tenía que iniciar una conversación y pasar por el cuestionario superficial de un interés falso, ahora los detecto rápidamente; con bozal: neanderthal; sin bozal: al borde la iluminación.

La plaga es la estupidez humana, y lamentablemente no hay un test para eso. Te los tenés que chutar diariamente y encima no hay vacuna que los silencie. 

 

—Cecille, esta gente es la primera en correr a ponerse la vacuna, vos quedate tranquila que en un par de años vamos a tener varias personas con problemas físicos por culpa de la misma—me dijo mi vecina rusa antiplandemia. 

 

—Seguramente, ¿y a quién pensás que van a responsabilizar cuándo noten deformidades? ¡A su gen hereditario porque son así de imbéciles! Y después yo tendré que mantener a esta gente con mis impuestos porque van a necesitar asistencia médica hasta para trasladarse de la cocina al baño.

 

El pasillo de mi edifico estaba on fire, no sucede todos los días que uno se cruza con un vecino sin bozal. Mientras las dos gesticulábamos con vehemencia nuestra ira con respecto a esta farsa atrajo más gente a la discusión, y para cuando nos dimos cuenta, éramos siete miembros de la calle Chestnut a punto de iniciar una balacera.

 

—El comunismo es la que va, dijo uno de mis vecinos mientras en mi mente sus padres me llamaban preguntándome a donde enterré el cuerpo. 

 

—Yo creo que este año lo voto a Trump, dijo mi vecina del primero.

 

—El presidente es un racista y un misógino, estás loca, dijo un millennial del piso tres.

 

—El viejo truco de la division de género, religión o color de piel. Te agarraron y ahora estás escupiendo tu propio veneno por no saber distinguir la verdad de tu propia historia personal. Te vendieron la marcha en contra del racismo y vos compraste boletos a mitad de precio a cambio de tu alma. Sos tan fácil de identificar que si hubieras sido mi hijo te hubiera llamado 99%. Además de no saber nada de historia, política, filosofía y espiritualidad, le estás pagando un sueldo a los medios para repetir su propaganda sin ganar un mango. Sos el empleado soñado del estado: esclavo, ignorante y abonando un alquiler para que tu cuerpo tenga un techo. 

 

De repente se hizo un silencio lapidario en donde la acústica de la alfombra del pasillo y mi brote discursivo aplanó la curva de la psicosis colectiva de una generación perdida. 

Nos alejamos como Clint Eastwood después de matar a su víctima en Bronco Billy y ahora soy la chica mala del 209.

Mejor así, nunca me he caracterizado por ser querida por las masas y mucho menos por regar el socialismo hasta que su metastasis colapse en la puerta de mi casa.

 

Námaste! 

 

Nota de familia Inocencio Juárez

 

 https://www.infobae.com/sociedad/2020/10/13/una-familia-entro-por-la-fuerza-a-una-morgue-se-llevo-el-cadaver-de-un-hombre-y-se-niega-a-revelar-donde-lo-enterro/

 

Ceci Castelli

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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