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Mi Casamiento

Llegó el momento de organizar una boda: la mía. Después de tantos años de escuchar a mi familia quejarse de mi estado civil, encontré a mi alma gemela: yo. ¿No es increíble? Hay gente que se busca toda una vida y nunca se encuentra, a mí me llevó 35 años, no está nada mal para una chica que ha viajado mucho y la geografía le ha jugado en contra; ¿no? Nos conocimos hace mucho tiempo atrás pero nos encontramos de grande, no voy a entrar en detalles, but she’s the one.
Y como no podía ser de otra manera, el trato siempre se cierra con un anillo, así que me puse mi chalina italiana, los zapatos más altos del placar y le pedí a Dolce & Gabbana que me acompañaran o sea tres cuartos de perfume al hombro. Por supuesto que la tienda elegida fue Tiffany & Co. Tuve tantos candidatos que dividieron la cuenta por dos, que siento que esta va por todos ellos también. Educación y sentimientos muchachos, algo que ustedes no pudieron lograr. Entré al local de calle Post y la señorita que me atendió me preguntó muy amablemente que estaba buscando. La miré con brillo en los ojos y el candor de una mujer que emprende un nuevo camino y le dije: un anillo de compromiso. —¡Ah muy bien, felicitaciones; ¿sabés lo que estás buscando o tu compañero lo ha dejado reservado?
—Compañera.
—¡Ah perdón, compañera! —No hay problema, después de todo estamos en San Francisco, adivinar las inclinaciones de la gente debe ser un desafío bastante grande para una tienda como esta. La chica además de avergonzada e inexperimentada, no sabía que ese anillo era simplemente para mí y que el contrato de los votos matrimoniales saldrían de una sola mano: la derecha. —Mirá, te cuento que me caso conmigo misma y decidí festejarlo con un anillo de diamantes, así que vamos de a poco porque sale todo de un solo bolsillo: ¿ok?
Creo que en la historia de Tiffany & Co. han escuchado que una chica de mi edad quiera hipotecar su vida por un anillo, pero acaso no es este el acto más importante de nuestra existencia: ¿la celebración de una convivencia impecable? ¡Pues, alá; a festejarlo! —¡Wow, nunca me pasó esto trabajando acá pero me parece una idea brillante! —No cariño, lo brillante va a ser esa piedra que va a saldar nuestro amor. —¡Buenísimo! Estoy totalmente de acuerdo con vos. ¿Qué tipo de oro estabas buscando?
—Blanco por supuesto, como mi alma.
Cuando me saca la bandeja de bandas platinadas con mi jubilación en la punta, automáticamente siento una conexión con el anillo en el lado izquierdo del agasajo. —¡Este!, ―le grito apuntando mi futuro, ―¿Qué precio tiene?
—$12600.
Era de esperarse, no soy una chica para tomarse a la ligera, conmigo es todo o nada. —Lindo; ¿otro un poquito más económico?
—Tenemos desde $1500 a $50000 es tu decisión básicamente.
—Mirá, está clarísimo que yo valgo uno de $50000, pero tengo que guardarme un poco para la fiesta y la Luna de Miel. No quiero que un anillo me deje tirada en Katmandú sin un duro, ¿sabes? —Genial, dejáme que te muestre los de $6000, decíme si te parece que alguno de estos te gustan, los diamantes son más chiquitos, por eso el precio disminuye.
No la conozco a la petisa pero ya la quiero, de 12 a 6. En un minuto me lo bajó a la mitad, eso es negociar. —Este me gustó, ¿qué precio tiene?
—Te elegiste el más caro de la selección, sale $6450.
—Perdonáme, es que sufro de buen gusto, ya te habrás dado cuenta.
—¡Sí, con casarte con vos misma lo dice todo! (risas)
Además de ser una amorosa la vendedora, es lúcida y comerciante, tres talentos que están por arruinar mi economía.
—Si no te molesta; ¿te puedo hacer una pregunta personal?
Esta chica oscilará entre 21 y 24 años, cuán personal puede llegar a ser una pregunta cuando no hace muchos años que está en este planeta.
—Por supuesto querida, personal es lo único que tengo.
—¿Si te pones un anillo de compromiso en el dedo, no tenés miedo de que los hombres piensen que estás casada y nunca más se te acerquen?
Suspiré profundo y traté de ser cautelosa con su inocencia, apoyé mi mano sobre su hombro y le dije: ―Cariño, es muy probable que al tener uno tenga más suerte que al no tenerlo. No tenés por qué entender esta perversidad, pero el mundo afuera de Tiffany puede ser uno muy cruel, por eso te recomiendo que sigas vendiendo anillos y nunca salgas de esta sala.
La chica no sabía si reír o llorar, pero lo cierto es que esta futura esposa le dio una lección gratuita a cambio de $6500. No habré sabido negociar con mi pasado, pero mi presente tiene un sello en el dedo que dice que nadie ni nada podrá hacerme más feliz que yo misma. Eso sí, no esperen que la fiesta sea este año porque entre mi casa frente al mar y mi casamiento estoy depilándome en el baño para recortar gastos y encerrarme hasta el próximo invierno.


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