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NASA que no sepamos

Tengo casi 4000 contactos en mis redes sociales, sacando primos, familiares, ex novios y amigos íntimos. Francamente, si me hubiera dedicado a la medicina no tendría ni una computadora; sería esa clase de persona que llama a un técnico consultándole a donde está el botón de imprimir que no lo encuentro. Por suerte, para eso la tengo a mi madre, que hasta el día de hoy me pregunta a donde está la foto de su nieta que se le borró, y yo siempre le digo lo mismo: mamá, nada se borra solo, este es el único lugar de tu vida que vas a tener que hacerte responsable de tus acciones, la computadora no tiene un tercer ojo que adivina lo que vas a hacer, todo empieza y termina en tu mano derecha, ¿capito?.

Pero no quiero derivar este relato hacia mi madre y la computadora porque puedo llegar a tirarme la mitad de mis años de escritora descifrando el enigma de esta mujer y la tecnología. 

Mi intención en esta oportunidad es escribir sobre las interacciones con el mundo digital y sus consecuencias. 

No quiero entrar en detalles, pero al menos 3 veces por semana alguna persona me invita a iniciar una relación virtual; algunos porque se toman el trabajo de leerme, pero muchos porque ven mi fotografía y aparentemente derrocho encanto y tiempo libre para contestarles a todas sus preguntas— sumadas a iconos virtuales de muñecos abrazando corazones.

Trato de ser lo más educada posible porque no estoy como para que me hackeen mi computadora a la distancia, pero el encuentro a través de los medios digitales me tiene altamente preocupada. 

Siento que la humanidad, además de no hacer el trabajo personal para evolucionar y encontrar el camino para no ser parte de este virus, ahora también colabora con la tecnología para esconderse detrás de un personaje que sostiene al no tener que enfrentarse con la realidad. No estoy basando mi análisis en una simple observación, soy testigo cada día de la falta de compromiso que va hilvanándose en el nido de las redes sociales, creando falsos ideales, confundiendo la verdad con el deseo. Lo virtual ha hecho que los seres humanos actúen desde sus pulsiones, siendo estas justificadas por la falta del cara a cara. Nos atrevemos a vender una personalidad ficticia que al menos desde algún lugar nos ayuda a proyectar la persona que desearíamos ser. Haciendo mal uso de una herramienta brillante, que desafortunadamente la hemos utilizado para atacar lo más humano que teníamos: la intimidad.

Y este falso yo que se hizo viral, me tiene de lo más alejada del paraíso que prometió internet en la década de los 90’s.

Gente entrando y saliendo de mi vida como si los vínculos fueran stickers que se activan y desactivan en segundos. Una deshumanización que me cuesta creer que aún sigamos vivos, porque está claro que somos una especie en declive. Sumado a un lenguaje informático que está yendo más rápido que nosotros. 

No quisiera saber qué está pasando en los laboratorios de la NASA, pero si tuviéramos acceso, creo que muchos de nosotros seríamos fanáticos del anonimato. Soy responsable de haber elegido vivir en el epicentro de la tecnología; Silicon Valley, y soy testigo de que esto más la velocidad del sistema capitalista nos está dejando sin amor. 

Sin embargo, me escriben mensajes con la ilusión de que al atreverse a hacerlo, se acerquen a una versión mejorada de lo que aspiran para ellos mismos. Una era peligrosa y desensibilizada, en donde predomina el intelecto y los resultados inmediatos. Y una generación que no avala los procesos, está destinada a una crisis mucho más grande que la caída de nuestros servidores.

No tendremos bombas y campos de concentración, pero nos estamos matando entre nosotros mismos. Porque tanta distracción, consumo y superficialidad solamente puede dejarnos un vacío que nos obliga a sentarnos frente a nuestra pantalla y fingir que creamos una unión con nuestro receptor.

Querido Planeta Tierra: sos mucho más que una escuela, sos un agujero negro al que mucha gente no podrá sobrevivirte, y con lo material meterán la excusa de tenerlo todo y se lamerán las heridas bajo la realidad visceral que te gobierna. Intentaré no acercarme a tus víctimas y esquivar la población inconsciente que te habita, pero entre vos y yo, prometeme que no me enviaras más hombres a medias que buscan salvarse con la chica de relatos cortos y corbata negra. Y yo a cambio prometo no volver una vez que parta…pero shhhh…no digas nada, ¡no vaya a ser que este comentario me traiga de vuelta!

 

¡Buen viernes para todos!

 

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