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Se necesita plomero

Anoche finalmente después de treinta y cinco años tuve una cita en serio. Tantos tiempo fingiendo interés en los candidatos de turno mientras me ahogaban en el café con leche con sus historias aburridamente largas, me encontré frente a la pantalla grande—mi computadora—, a punto de besarme con él— Josh Lucas—.

Los malditos directores de Hollywood trafican niños, drogas, mensajes subliminales y después te chutan una romántica donde el hombre perfecto existe, ¡y solo habita en las películas! 

Espiritual, profundo, observador, caballero, lindo y escucha más de lo que habla. Hit me!

Estoy segura que deben estar vivos, pero hasta ahora me los cruzo solo en el cine. Me agarran con el jogging puesto, el pelo batido como la leona de dos mundos, las manos engrasadas de pochoclo y un chocolate viejo esperándome en la alacena. Lo sé, yo también estoy en extinción, pero por todos los motivos equivocados.

A lo mejor debería trabajar para Hollywood, así me cruzo con uno de esos guiones y termino besándome con la página treinta y seis. Porque es eso, un puñetero libreto, seguramente escrito por una mujer que sabe cuáles son nuestros puntos débiles.

La película es una fusión entre “no nos alcanzó el presupuesto para filmar en exteriores” y la ley de atracción. El protagonista (Josh Lucas) hace el papel de un hombre que se ha despertado y que puede lograr todo lo que desea, apoyándose en las teorías de el libro “El Secreto” de Rhonda Byrne. Y si bien es cierto que el poder de la mente puede lograr cualquier cosa, hasta ahora no logró acercarme a mi casa frente al mar y a un caballero en bata preparándome el desayuno.

El nombre del film: The Secret Dare to Dream, la protagonista: la perdedora de Katie Holmes. Se ve que para calificar en Hollywood tenés que ser muy mala actriz y evitar el paso por la peluquería para teñirte las raíces. Sinceramente fueron dos horas de tirar el maíz de pisingallo contra la pantalla cada vez que ella aparecía, pero él actuó tan bien que salvó mi inversión de cinco dólares con cincuenta por una raya. 

Mientras suplicaba debajo del nórdico que apareciera la química entre ellos, sonó mi teléfono interrumpiendo mi cita. 

 

—Estoy viendo una película, ¿quién habla? Contesté infelizmente.

 

—Dejame adivinar, una romántica—me dijo la voz de Landon del otro lado. Un amigo que no ve películas, pero se encarga de salir con todas las actrices mal pagas de Los Angeles. 

 

—Querido, no tengo la suerte que tenés vos de estar en online dating y salir con mujeres que no se parecen a su foto.

 

—Te sorprendería. últimamente ando de suerte.

 

—¿Con su foto o con la persona?

 

Mi pregunta fue simbólica, ya que a Landon no le interesa mucho que la personalidad de sus cita sea extraordinaria, con que sea linda es suficiente. En cambio para mí—que tengo una colección de feos para Futurama—es lo más importante. Y ahora con todo lo que está pasando también agrégale que no use bozal. Mis dos últimas citas tuve que preguntar “que” diez veces porque no los escuchaba detrás del trapo.

La política ha invadido mis encuentros con el sexo opuesto, sumado a una lista interminable de preguntas sobre la higiene, las drogas, la bisexualidad y las relaciones abiertas. Después de todo, vivo en San Francisco, una ciudad que festeja la promiscuidad—siempre y cuando no pienses distinto a ellos. 

La monogamia es prehistórica en esta ciudad, pero defienden algo más ancestral: la esclavitud de los negros. Han superado el racismo, pero te marginan si pensás que tener una pareja exclusiva es importante.

No se alejan literalmente, pero te miran como si fueras una especie de reina Elizabeth I. 

 

—Ceci, para saber si un tipo te cierra tenés que tener sexo con él—me dijo Landon desde sus encuentros poéticos con todo cuerpo de dos patas.

 

—No necesariamente, saber si alguien es compatible con vos va mucho más allá del sexo. Tener afinidad sexual con alguien es solo una parte.

 

—Refrescame la memoria, ¿y por qué estás sola un viernes por la noche?

 

—Porque hacerle el amor a un hombre que después quiero tirar por la ventana es el negocio con más pérdidas de mi existencia.

 

—Relax amiga, a lo mejor divirtiéndote aparece. Yo hace viente años que la vengo pasando bien, ¿eh?

 

No sé si me da más tristeza el comentario de Landon o que el 70% de la población piense lo mismo. Donde el intercambio físico está sobrevalorado y la intimidad tocando fondo con la desgracia actual.

Un siglo donde los vínculos están anclados en la superficialidad y la permanencia en el tiempo lleva una mala reputación.

No me sorprende que quieran desdibujar los valores familiares, ¿para qué conformarse si se puede vivir de cuerpo en cuerpo hasta que la muerte los separe?

Y eso está bien, no tengo ninguna intención de imponer mis valores sobre un sistema quebrado, lo que me decepciona enormemente es que ellos lo quieran hacer conmigo y después llamarlo amor. 

Cuando la verdad detrás de la fachada de la poligamia es gente aburrida, cansada de la rutina emparchando un ego insalvable.

Si pusieran toda esa energía que invierten en múltiples parejas en hacer funcionar la propia, probablemente entenderían que todo en algún momento llega a su fin, incluso ese pico de sobrestimulación que los irresponsables emocionales sienten cuando ingresan en una nueva relación. 

Pero en algo Landon tiene razón, no me divierten los orgasmos intermitentes, soy una mujer movilizada por la sabiduría, no por la gratificación instantánea. 

Corté con él y terminé de ver la película, que en su último cuarto de hora mostraba como Josh le arreglaba el techo de la casa a Katie sin pedirle nada a cambio. Yo hace tres años que estoy esperando que algún vecino me cambie el cuerito de la canilla del baño. No desesperéis, todo llega, incluso una tecnicatura en plomería como regalo de fin de año.

 

¡Nos vemos en la ferretería!

 

Ceci Castelli 

 

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