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Aniversario COVID

Que en tu cumpleaños se junte: la cuarentena, la cuaresma, la falta de reposición de máscaras en una pandemia, la distancia social y el celibato, son como demasiados deseos para pedir a una sola vela. No sabía si soplarla o ponerme de rodillas. Por favor terminemos con la frase “es un cumpleaños histórico”, Benito Mussolini también lo fue sin embargo nadie quisiera recordarlo. Los arianos nos identificados por la capacidad de aglomerar masas industriales de personas cortadas para la amistad, pero este año, la economía China ha decidido favorecerse inventando un virus para comprar el mercado financiero y arruinar mi festejo alejándome de mis seres queridos. Acepto que me contradigan, pero ahora pasemos a lo importante: ¿en serio qué piensan que un animal lo trajo? Entiendo que la gente come cualquier cosa que le ponen en el plato, pero comerse un error de este calibre es pecar de inocente en un mundo lapidario. 

La economía seguirá dirigiendo este planeta, porque la vibración del mismo se centra en el poder y no el amor. Y el desequilibrio de esta escala hace que un sistema colapse con más muertes que soluciones. Pero a ellos no les interesa, vinieron a hacer plata, no a salvarnos, y aparentemente, justo sobre mi nacimiento. 

Marzo 2020, el mes para acomodar roperos, esquivar cadenas virales, encontrarse una carie en el espejo, aprender a ser repostero, educar a nuestros padres y emprender un desdoblaje desde el chakra coronario.

Mucha mirada interior y animales salvajes caminando por las avenidas. 

 

— ¡Ceci! ¡Tengo una iguana debajo de la heladera! Me dijo mi mamá atormentada desde su casa quinta.

 

Menos mal, porque esa mujer sin socializar por quince días va a ser un tremendo dilema. Supongo que habrá llegado la hora de hacernos amigos  de los animales en vez de tirarlos a la parrilla y ponerles chimichurri. 

No sé en qué país comen iguana, pero estoy segura de que la hacen en escabeche y es un clásico.

Cincuenta llamadas telefónicas, cien mensajes de texto y veinticinco videollamadas después, quedé chafada en el sillón pidiendo un break emocional a tanto espamento por un cumpleaños en épocas de COVID.

Lo que me preocupa no es el virus, sino la ansiedad de la gente de tener que estar comunicada veinticuatro horas sin intervalos. 

Tantos cursos online disponibles y mi número de contacto es lo primero que les aparece. Por Dios, los adoro, que nadie se ofenda, pero también los quiero de regreso a su vida normal—sino mi teléfono no podrá seguir almacenando un divorcio más a causa de la epidemia. 

Entiendo también a mis amigas que son madres que se replanteen la maternidad, pero lo hubieran pensado antes de hacer el amor sin profilácticos, no ahora, que tienen cuatro demonios bajo el mismo techo.

Resulta que nosotros, los solteros, tenemos que contener a los casados de que no se maten por culpa de una cuarentena que está fuera de nuestro alcance. Querían hijos y querían la familia, el perro, las vacaciones en equipo, la mesa de ping pong y el baby shower, ¿y ahora qué? la vida les tira un centro y están todos en rehabilitación.

Háganse cargo, pero dejen de ponchar mi número como terapia alternativa. 

 

— Ceci, convengamos que es anti natural estar encerrados todos juntos por quince días seguidos, va más allá de una buena relación. Me dijo mi amiga Barbie; casada y madre de dos hijos.

 

— Clarísimo está, sino no existirían tantos líderes espirituales sin pareja. Pero la vida les está dando una lección y ustedes en vez de absorberla llaman a los solteros para desahogarse, no aprenden y encima se quejan. 

¿También quieren que nos suicidemos por ustedes?

 

La cosa está chunga señores, y si esto continúa la que va a inventar la vacuna soy yo. Sino voy a empezar a cobrar por hora. Your call.

 

— Es que los chicos con el encierro se ponen insoportables, entendeme, continuó mi amiga.

 

— ¿Me lo decís o me lo contás? Si fueran hijos míos ya tendría la tercera planta de mi casa construida, cariño. ¡A trabajar cabrones! Ni juego de mesa, ni leches. Ponelos a limpiar, cocinar o lavar la ropa. La doméstica mata a cualquiera. 

 

Pero es casi imposible, los casados y los solteros son de razas distintas. Ellos creen que el sacrificio es el precio que tienen que pagar por el monumento que han creado alrededor del modelo tradicional, y nosotros, los solteros, creemos que vivir tranquilos es el regalo que nos toca por no habernos conformado con menos de lo que nos merecíamos. Son batallas distintas; la de ellos implica mucho perdón, la nuestra un viaje al living hacia el control remoto.

El que entregaría con mucho placer si doy con el indicado, pero como verán, mucha prensa amarilla y pocos resultados.

¡ Un beso en el codo y nos vemos en el sillón!

 

 

 

 

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