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Multados por ser libres

Ayer decidí tomarme el día libre de la psicosis mundial y me fui a una playa llamada Stinson Beach; un paraíso a media hora de casa en donde las ballenas jugaban en la orilla mostrándonos la libertad que perdimos hace seis meses. Cuando llegué al estacionamiento y me bajé del coche había un cartel grande de metal que decía: multa de $500 al que no lleve barbijo puesto. En la playa. Con un viento de cincuenta kilómetros por hora. Al descampado y con sauces alrededor que albergan una gripe a punto de treparse a los árboles y enviarnos un patógeno desde las ramas.

Un resumen de misterios naturales que llegaron a la especie más estúpida del planeta: los humanos. Tapándose la cara al aire libre y destapándosela para poder comer un bocado cada cinco minutos. Un show de gente subiendo y bajándose un bozal en un picnic de incoherencias que desfilaban frente a mis ojos consumados por el espectáculo.

Mientras leía un libro y relojeaba la película absurda que me rodeaba, veía como las mascotas corrían libremente por las tres hectáreas de arena y familias enteras colaboraban para hacer exactamente lo opuesto.

Les hubiera puesto una correa a todos y los hubiera atado junto al poste de los baños públicos. Ahora también me los tengo que cruzar en mi lugar de esparcimiento. ¿Cuándo suficiente es suficiente? 

Pero la incongruencia hizo pico cuando dos vecinas se asustaron porque las abejas empezaron a rodearle la comida. Miedo a un insecto pero no a quedarse sin oxígeno. Con la amabilidad siniestra que me caracteriza les dije que taparan los sandwiches para que las abejas se fueran, pero se ofendieron por mi consejo y se mudaron a otro sitio.

Sin amigos playeros y cansada de tener solamente al autor de mi libro de mi lado, me fui caminando hacia mi auto hasta dar con una pareja—como yo—sin máscara en un hermoso día de sol. Me bajé los lentes de sol y les dije: I salute you— y ellos, tan hartos como yo del abuso político—me dijeron: likewise.

Hace medio año que nos tienen de rehenes con propósitos estrictamente comunistas y no puedo responsabilizar a nadie más que a la comunidad que me rodea . California supuestamente era un lugar cool para vivir, donde los liberales en un pasado lucharon para abolir la esclavitud y la censura. ¿Qué pasó con los hippies que protestaban en la universidades con el “Free Speech Movement” en 1964? 

¿Se olvidaron de los derechos constitucionales por donde corrió sangre para obtenerlos? 

¿Tanta pelea para llegar a esto? A creerle al estado todas las mentiras que impuso en los últimos tiempos solo para quitarnos un perfecto decreto que nos protege. Merecemos la reducción gauchos, ya que la desigualdad nos está llevando puestos.

Un grieta que solo pudo haber sido alimentada por un declive social que no llega a dimensionar que la separación solo puede favorecer al poder y no al pueblo. 

No me malinterpreten, estoy a favor de la desigualdad—creo que el mundo se enriquece con la diversidad de pensamiento—pero cuando esto afecta nuestra libertad, es el momento de sacarle la comida de la boca a los gobernantes y decidir por nosotros mismos. Algo que veo incapaz al ritmo que venimos. No te cuidaron desde un principio—hasta lo marca la historia a pesar de ser altamente corrupta— ¿por qué pensas que lo harán ahora?

Pero la inconsciencia es así, tarde o temprano se paga, y el trabajo individual que no se hizo, se termina garpando colectivamente. 

 

—¿Me estás diciendo que acabo de tirar treinta años de análisis por la borda? Me dijo mi amiga Jackie en una discusión agitada por recuperar nuestros derechos.

 

—Un poquito más, ya que la ignorancia que te rodea hace que tus esfuerzos parezcan el doble.

 

—Pensar que ellos creen que somos nosotros los egoístas—me dijo con toda la calamidad posible—.

 

—Sí, claro, un niño de tres años solamente puede responsabilizar a sus padres por su actitud. No esperemos un halo de madurez emocional de golpe. Estamos a años luz del amor que nos trajo a este mundo, baby.

 

—¿Pero es qué a dónde nos vamos a ir? Está el planeta entero contaminado.

 

—Al interior nena, donde nos fuimos siempre cuando las atrocidades por no encajar nos comían las entrañas. Adentro tuyo, para seguir elevando la vibración y no caer en manos de estos depredadores energéticos.

 

Probablemente ese sea parte del plan, que nos muramos un poquito para renacer como especie y querernos en serio.

 

Buen lunes para todos, ovejas incluídas. 

 

(El plagio es delito, si vas a compartir mi obra que por favor aparezca mi nombre al final del relato. Gracias).

 

Ceci Castelli

 

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