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Reclamos en el cielo

Hay dos cosas que ésta sociedad no perdona: ser feo y ser pobre.
Ceci, lo que estás diciendo es lapidario, me dice mi madre en el teléfono.
Lo sé, ¿y no está bueno que te enteres por mí y no por experiencia propia?


Pero los seres humanos no quieren la verdad, quieren sugar coating…y van en busca de esa crema toda la vida hasta que un día se dan cuenta de que el dinero no trae la felicidad y que la belleza es relativa.
Llevo 37 años en éste planeta y hasta ahora nadie me ha elegido por mi alma, esto dice mucho de las estadísticas y famosos algoritmos con los que trabaja la ciencia.
Lo que no podemos decir es que mi vara es la media, aunque me atrevo a representar a un gallinero bastante amplio de amigas solteras que no conectan espiritualmente con sus compañeros.
Algunas casadas se quejan por la falta de profundidad de la relación, otras solteras desean que las admiren por quiénes son y no por su cuerpo, y las últimas del mazo están hasta la zorra de los estereotipos.
El desencuentro es mundial, viví en tres continentes y vi los mismos patrones de conducta anidarse como un trailer viejo trabándose en el minuto 8.
Los hombres no quieren ser abusados por su dinero y la mujer no quiere ser objetivizada por su cuerpo, pero aún así los dos se ponen la camiseta y salen a la cancha a pelear con su herramienta más productiva: el resultado inmediato.
La mujer con un buen tajo lo evidencia y el hombre con mucho dinero lo compra.
No me sentencien por las barbaridades que estoy escribiendo, hay hasta una frase que me avala: billetera mata galán— y en el caso de las mujeres: y una buena figura también.
Somos objetos del deseo, diría Freud, pero la psicología ha llegado a aburrirme tanto que si Dios no me tira un cable con respecto al sexo opuesto pienso que en mi crematorio voy a tener que agregar un requisito más: qué en el próximo planeta que reencarne no haya géneros. Que seamos una bola aérea de amor y energía y que no existan los penes y las vaginas y los roles. Que el entendimiento esté por encima de la razón y que la conexión esté por encima de la forma— Muy John Lennon todo lo que decís Ceci, pero este planeta es así, y vos con tus escritos no lo vas a cambiar, agregó mi madre flipando de alegría.
Lo sé, pero al declararlo voy formando una especie de contrato que llevaré conmigo el día que parta para no tener que dar explicaciones en el cielo de cómo quiero que sea mi próxima vida.
La escena sería algo así: subo al trono y les pateo el escritorio tirándoles el bibliorato con el material narrado de los problemas del planeta tierra y la pregunta final del porque me tiraron ahí.
Exijo detalles puntuales y motivos específicos y hasta soy capaz de hacerles un juicio—bueno, salvo que eso implique que me envíen de vuelta.
Ahora los tengo que dejar para ir a trabajar y mantener mi trasero de escritora en auge, para que algún día— con muchas correcciones gramaticales, vientos a favor y una buena palanca literaria— sea famosa y pueda vivir de mi arte.
#saynomore

 

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