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La fe mueve artimañas

Llegó el verano indiano a San Francisco, una ola de calor inusual que dura una semana. Atacada por las reminiscencias de mi ciudad natal—el calor extremo—, me fui a una playa desolada para no escuchar el grito de un bebé insolado, perros ladrando o la música de algún vecino en alto parlante para que todos disfrutemos de su selección. ¿Jodida? Nah, una gran gozadora del silencio y del buen gusto. La comparsa, el rejunte de gente, las celebraciones públicas y los festivales tienden a generar una irritación leve en mi carácter tirando a una acumulación de municiones invisibles en mi mente. Más aún cuando sacan el tupper con empanadas y deciden acampar a mi lado. Entiendo que no puedo responsabilizar a la gente por mis delirios de solitaria, pero convengamos que la sociedad no es de colaborar mucho en el asunto de la convivencia civil. 

Ahora por suerte cuando se instalan cerca mío tienen el barbijo puesto y los escucho menos, pero con cuarenta grados y el bozal puesto lo que no te arruina por un lado te arruina por el otro: psicológicamente.

Afortunadamente ayer encontré una perla en el desierto: una playa que queda a viente minutos (a pie) del estacionamiento. No podía imaginarme una familia entera caminando con el set de sombrilla, reposeras, pelotas inflables y congeladora hacia mi paraíso. Cuando llegué no había nadie y cuando me fui tampoco, a esto es a lo que yo llamo una tarde exitosa.

No quiero sonar arrogante, pero esta superpoblación me está afectando más de lo pensado.

 

—Ceci, no te preocupes, al ritmo que venimos la gente no va a reproducirse, están haciendo todo lo posible para esterilizar nuestra raza, desde las futuras vacunas hasta las torres de celulares—me dijo mi amigo Jonathan biólogo de la universidad de Stanford. 

 

—En este país yo he visto mujeres de cincuenta años quedarse embarazadas. Para el que tiene fe no hay nada imposible, aunque las torres cinco G te disparen directo a los órganos reproductivos. 

 

—¿Cuál fe? ¿La del Papa Francisco, la del cierre de las iglesias o la de la destrucción de las religiones? 

 

—¿Será esta la gran “esterilización”?,  borrar por completo la fe y reemplazar lo importante por mensajes mediáticos de una nueva programación basada en el desfinanciamiento de valores. 

 

—No tengas dudas, creer solo en nosotros mismos nos llevará a la ruina. No puedo juzgar a todos los ateos del mundo, pero el ego humano es bastante imperfecto para llevar la delantera, y en su soberbia de querer ser el núcleo de su creación, cometerá los crímenes más oscuros de su miserable existencia. Miralo a Pancho, es el claro ejemplo de un asesino encubierto. 

 

—Es que las infiltraciones están es todas las esferas y Pancho hizo un cribado fino para llegar a ser la cabeza de la iglesia católica. Aunque cuando menciono la fe no hago alusión a este basurero de corrupciones. Saquemos a los representantes con capa que son los primeros en nombrar a Dios para justificar sus desmadres.

 

—Solo digo esto: una sociedad sin espiritualidad está destinada a la aniquilación. 

 

—Sin embargo, fijate que muchos ateos son los primeros en creer en sus gobiernos, aunque ellos se queden con todo. ¡Hasta con un feto de nueve meses!

 

—Van por nuestros hijos, nena, esa es la próxima caza política. En California están por legalizar la pedofilia. ¿Cuántas pruebas más necesita la humanidad para dejar de rendir culto a esta mafia?

 

—Agradezco nunca haber querido tener hijos; entre la vacunación compulsiva, el sistema de adoctrinamiento escolar y los abusos sexuales hubiera vivido bajo los efectos del clonazepan olvidándome de hacerles la cena.

 

—Comprate un perro, Ceci—me dijo mi amigo reemplazando el vínculo materno con una mascota.

 

—Jamás la haría eso al pobre animal.

 

—¿Qué cosa?

 

—Traerlo a un mundo en donde los humanos llevan bozal.

 

—Es temporario, Ceci.

 

—¿Qué cosa? ¿La esclavitud o el bozal? Tenemos para rato Jon, una especie como la nuestra no se limpia con hipoxia cerebral; tendremos que seguir viendo mucho desfile de barbijos para que se reduzca la población inoperante. De momento me felicito por no haber responsabilizado a una criatura de tener que habitar este planeta.

 

Cerré los ojos y le di gracias a Dios por cuidarme de esparcir mi ADN en el mundo equivocado.

 

¡Buen domingo para todos!

 

(El plagio es delito, si vas a compartir mi obra que por favor aparezca mi nombre al final del relato. Gracias).

 

Ceci Castelli

 

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