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Vacunas metálicas

Hasta las cosas más perfectas tienen errores imperdonables, como el disco Achtung Baby, de U2. Grabado en una escala de sonido tan baja que tengo que configurar el volumen de mi celular si los quiero escuchar en serio. El problema es cuando los errores dejan de ser rayas y se convierten en fallas que tapan el propósito de lo que se quiere transmitir.

Como nuestra situación actual, donde nuestro cuerpo funciona como antena cumpliendo el rol emisario de desinformar la grotesca manipulación tecnológica que se está ejerciendo sobre nuestro criterio.

La guerra esta vez fue implantada adentro nuestro con un arma biológica llamada vacuna. No necesitan salir a los tiros para fusilarte, te destruyen de a poco sin crearte un enemigo para que vos pienses que el jodido sos vos. Y vos—tan jugado con tu estupidez—te ponés la camiseta científica defendiendo esta bandera como si los laboratorios (que no se hacen responsables) fueran los que pagan por tu velatorio cuando las cosas se pongan chungas.

Superada por la ignorancia a escala global, no paran de llegarme videos (del mundo entero) de imanes que se pegan en los brazos de las personas vacunadas.

 

—Ceci, esos videos pueden ser fake—me dijo mi amigo Giancarlo anoche, siendo médico él mismo. 

 

¿Fake? ¿Qué cosa? ¿Los 200 años que nos vienen mintiendo, el calentamiento global o que nuestro sistema inmune no puede defenderse de una gripe?

No se lo dije, porque no puedo convencer a alguien que está del lado de los hechos, ya que los hechos están tan alterados como la realidad misma. ¿Y quién tiene los cojones de convivir con una objetividad alterada cuando nos están borrando el ADN con nuestro permiso?

Debatir sobre la verdad en los tiempos que corren es como clavarse una estaca en la sien, ya que los tibios parecieran ser mayoría. 

No puedo ni quiero tener una discusión más sobre el delirio que estamos viviendo, o estás del lado de la libertad o te considero una persona con un futuro Alzheimer que yo tendré que mantener con mis impuestos porque sos un irresponsable emocional. 

 

—Si no estás vacunada—en un tiempo no muy lejano—no vas a poder hacer nada—continuó él arrinconándome con la agenda del sistema.

 

Entonces moriré en mi ley. Pero que mi cuerpo le pertenezca a ellos y ellos decidan cómo tengo que vivir no es una opción. Si al fin y al cabo la experiencia humana es eso, poder elegir. Si te quitan eso, da igual lo que hagas con tus malditos viajes y tu falsa libertad atada a una consola.

Somos un experimento social para psicópatas que disfrutan de vernos caer como moscas y agarrarnos de los pelos por pensar distinto. 

Un show tan decadente como la cola de gente esperando a vacunarse con un virus que jamás fue aislado. Ah, pero, ¿cómo? ¿La ciencia no aplica ahí? 

Así funcionan los borregos, prenden y apagan la ciencia cuando les conviene. El instinto natural de sobrevivencia jamás.

Por un lado lo agradezco, porque la esterilidad que van a generar estas vacunas hará que el planeta esté menos poblado de gente superficial e ignorante. 

Gente que no se compromete con nada ni nadie, salvo los canales de televisión.

 

—A los 50 años parto, Giancarlo, I’ve seen enough—le dije a mi querido amigo anoche.

 

—No digas eso Ceci, la vida es hermosa y merece ser vivida con entusiasmo. 

 

No quise decepcionarlo, pero el camino se hace cada vez más fino y solitario, y nada me ata a vivir en un planeta donde la gente se chuta veneno a cambio de una hamburguesa con papas fritas. 

Hay planos más elevados y sutiles que nadar entre zombies para respirar aire puro y finamente dar con guerreros que sientan como uno.

 

Me quedan un par de años, que sean de los buenos.

 

Desde mi guarida de la calle Bougainvilla. 

 

Ceci Castelli

 

 

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