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Coronavirus parte II

¿Estamos todos de acuerdo que el coronavirus es una guerra biológica?, ¿Creada en un laboratorio para exterminar a la gente anciana y a los débiles que no producen más? No, tal vez esté equivocada y haya sido la misma naturaleza que quiere sacarse a otro virus de encima: los seres humanos.
Bueno, en Estados Unidos—si andás corto de plata—te pagan dos mil dólares para probar una vacuna en tu trasero testeando si tus defensas toleran el coronavirus o morís por una cifra paupérrima que no te alcanzará ni para cubrir el velatorio.
Qué suerte la mía, ya que lo último que quiero es que me entierren, mi cuerpo será cremado y celebrado—más que llorado.
Y esa vacuna que están creando que por favor me pase bien lejos, temo más a los laboratorios farmacéuticos que a quemarme la entrepierna con cera hirviendo.
La humanidad se ha tomando un frasco de pastillas azules (referencia: The Matrix para los cinéfilos como yo) y después no entienden porque llegamos hasta acá: abriendo las puertas con el codo y saludándonos con barbijos. Mientras la ciudad de San Francisco está vacía debido a todas las empresas que nos pusieron en cuarentena, nunca me fue tan fácil encontrar estacionamiento y pedir turnos a mis terapias alternativas que me cuidan de no escuchar un paniqueado más. He tomado las precauciones justas y necesarias para evitar un pico de fiebre en plena temporada, pero tampoco llevemos la epidemia a un grado pulverización-de-nuestra-raza.
La ignorancia también mata, solo que no te expone al encierro cómo advertencia. La tasa de mortalidad de este virus es de un 3.4%, ¿y cómo es posible entonces que la mortalidad infantil en el mundo sea de un 35% y nadie lo resuelva? No soy buena para los números, pero algo me hace ruido. ¿Saco la conclusión yo o la sacan ustedes? Mis lectores son inteligentes, sé que sabrán encontrar el camino, eso sí, no me pidan que los felicite porque tenemos que estar a un metro de distancia, el espacio que no tendré cuando viaje en avión a Argentina en un mes. ¿Charter privado para la escritora? Imposible, estoy utilizando esos fondos para mi casa frente al mar.

— Ceci, qué más quiero que verte pronto, pero como está la situación, prefiero que no viajes— me dijo mi mamá graduada en martillera pública con especialización en enfermedades virales.

— Mami, sé que no soy Isabel Allende, pero voy a presentar mi libro y están todas las fechas confirmadas.

El debate duró diecisiete audios, dos capturas de pantalla accidentales y un video que no se llegó a descargar. No puedo sacar muchas conclusiones al respecto ya que viajo en menos de un mes y puede que para esa fecha el COVID-19 haya mutado en una alergia estacional.
Mi único y verdadero temor es no poder volver a entrar al país porque cierren las fronteras para los escritores en auge—says my healthy ego.
Cómo llegamos de la fecundación in vitro a no poder resolver una cura para este virus, ni idea. Supongo que es más fácil crear a un ser humano con un par de tubos que frenar una epidemia.
De momento dejo todo en manos del Universo, qué por algo está eliminando gran parte de nuestra especie.

— Cecille, si dejáramos todo en manos del Universo, ya hubiéramos desaparecido hace rato— me dijo un colega del trabajo por una videoconferencia (ya que nos prohibieron ir a la oficina).

Ding-dong, las teorías de nuestra existencia. Si no creyera en la reencarnación diría que el Universo es imperfecto, pero como no existen las casualidades;—y este planeta es un purgatorio de nuestra perversidad y malos hábitos—el infierno está acá, entre nosotros, y varía desde plagas a incendios; pasando por enfermedades, atravesando contaminaciones y terminando en el complejo de Edipo. Ahhhh pero nos creemos el ombligo del mundo, y esta falacia que nos confía ser héroes entre tanto desmadre, es el sutil empujón que hace que continuemos reproduciéndonos a la velocidad de la luz.
El dengue hasta ahora ha matado a más gente que el coronavirus, pero somos así de selectivos—y asquerosamente desinformados también.
Pero pedir memoria a una población que está intentando perdonar a su padre o a su madre para algún día así encontrar el amor propio, está fuera del radar de su conciencia.
¿Y yo pretendo qué mis hermanos extraterrestres me abduzcan salvándome de esta catástrofe? No van a asomar las antenas ni de coña con todo el panorama actual. Puedo imaginarme otros planetas más evolucionados mirándonos como si fuéramos un trailer de la década de los ochentas, en donde Billy Cristal le declara amor eterno a Meg Ryan en “Cuando Harry conoció a Sally”, sufriendo por las diferencias y luchando hasta el final por ese amor que creen merecerse.
¡Cuánto trabajo para tanto drama! Aunque el drama parece ser los trajes que se ponen el cuerpo médico para tratar a un infectado del COVID-19, ya que un hombre que va a la Luna se prepara de la misma manera.
¿Recuérdenme por qué elegí habitar este planeta?
Casi lo había olvidado: porque cuando se apaga la luz y las palomitas de maíz comienzan a entrar en mi boca, se prende el cine, la música y la literatura; los tres amores que me han vacunado para poder sostener el delirio de vivir en un sitio que está del tomate.

¡Nos vemos en Argentina! Si el corona me lo permite.

 

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