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Crisis mundial y soldados de plástico

¿Alguien más se aburrió de vivir en un mundo de transacciones emocionales? ¿Me creés si te digo que esto es parte del negocio también? 

Como te gusta que te cite fuentes o te hable de los grandes pensadores que cambiaron (manipularon) la historia, hoy lo voy a invitar a Edward Bernays a mi relato. Un tipo considerado “el padre de la propaganda”, contratado por las corporaciones y el gobierno para utilizar las emociones humanas en nuestra contra. 

Su tío: nuestro querido Sigmund Freud. Los archivos aplicados en su estrategia dicen que utilizó el mecanismo de Freud para penetrar el pensamiento colectivo, moldeando la opinion pública para adaptarse al interés de quién en su momento tuviera más dinero o poder.

Si esta idea te pareció un poco compleja, te lo resumo en un solo párrafo: la falta de pensamiento crítico en nuestra actualidad, no es el resultado de una ignorancia hereditaria, es, por consecuencia, la respuesta de un trabajo de ingeniería social con el fin de programarnos desde que nacemos—siguiendo un determinado orden que no contempla el espíritu humano. 

La educación es el primer pilar, ya que lo que ingresa en nuestras frescas mentes de la infancia, queda labrado para siempre. Continúa la salud, siendo que una sociedad vacunada compulsivamente desde los primeros meses de vida nos expone a una carga de aluminio y metales que ponen en riesgo nuestras capacidades cognitivas. Hay innumerables estudios sobre la correlación entre las vacunas y la falta de atención disfuncional. Por supuesto que nada de esto se encuentra en los medios, ya que son el tercer pilar de la adoctrinación humana. En donde filtran la veracidad de los hechos transformando la ciencia en una sola voz.

Sin oposición, sin información alternativa, sin escuelas libres y sin libertad de expresión, es casi un prodigio que todavía existan personas con opiniones personales que difieran con el mainstream.

Y como si todo esto ya no nos hiciera ganar el Martin Fierro al planeta más maquiavélico del sistema solar, aparece la psicología, para redondear su trabajo estimulando el ego hasta el final de los tiempos. Sin dejar respiro a un amor que no venga de la razón. Por eso Dios está dejando de existir, porque la generación que viene lo ha reemplazado con algo que llaman “amor propio”, que en verdad se traduce a: yo estoy primero, y si esto no me sirve, lo descarto. 

Un siglo de destructivas calamidades, donde se fusiona el narcisismo personal y el amor líquido que drena sin la consistencia de la madurez emocional. Una era con exceso de intelectuales, atados a sus dispositivos móviles y desapegados de su alma. Sin la herramienta de la verdadera solidaridad: el servicio al otro—no el voluntariado—.

Estamos atravesando el pico de la ruptura de la decadencia, en donde no quedan más empíricos soldados de la verdad a disposición de la purga cíclica que se necesita para elevar nuestra consciencia. 

Nos encontramos en el vórtice del agujero negro que hemos creado con tanto vacío material, con tanto Tinder y selfies y comida enlatada y tetas de plástico. Somos el resultado de un sistema que nos trató como animales de corral, sin encontrar oponentes que lo enfrentaran cuestionándole la enfermedad mundial que nos está causando el olvido. 

Y díganme, sin pensamiento crítico, sin sabiduría interior, sin memoria, sin fe y sin creatividad, ¿a dónde vamos? Probablemente al hospital, a que nos den la segunda dosis para defendernos de un bicho programado para despoblarnos.

Es que nadie quiere pagar el precio gauchos, el precio de ser vulnerables y exponernos a sufrir en un mundo que no está hecho para protegernos de la sensibilidad con la que hemos nacido. Entonces te preguntás por qué nadie quiere compromiso, y solo puedo responderte porque lo sembraron. Y hoy el sistema cosecha el individualismo que nos han implantado. Separándonos de todo lo que implique hacer un esfuerzo para crecer, para tolerar, para madurar y para aceptar. Ya que todos estos procesos pueden darse solo con el tiempo, no con la intermitencia que ellos proponen. 

Pero las crisis son una brillante oportunidad para cambiar el paradigma, y está en todos nosotros elegir un rumbo que nos devuelva la conexión con la tierra y el espíritu, después de todo, la muerte es eso, vivir sin un propósito más grande que nosotros mismos.

 

Desde mi guarida de la calle Chestnut, la batalla continúa.

 

Ceci Castelli

 

 

 

 

 

 

 

 

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