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Breakfast at Chestnut

Este 2019 Jamie Lynn y yo decidimos no irnos de vacaciones, hablo en plural porque cuando uno llega soltera a esta edad se casa con los amigos, imaginariamente claro, ya que no solo qué Jamie está casada de verdad… sino que su marido me va a poner una orden de restricción por robarle su compañera cada año y llevármela de viaje por el mundo.

Este verano nos tocaba Grecia y Estambul, pero si algún día quiero publicar mi libro y ella dejar de endeudarse con los bancos más famosos del país, vamos a tener que disfrazarnos de las tipas responsables que la sociedad espera de nosotras. Su marido y mis lectores lo merecen.
Mientras tanto sigo tomando cursitos de escritores por internet, subiendo videos de mi voz cascoteada a las plataformas digitales, e intentando coincidir con el representante de Julio Cortázar para que le dé una oportunidad a la chica de corbata negra.
¿Por qué no puedo ser como Holly en Breakfast at Tiffany’s que no trabaja y duerme hasta las doce?
¿Y a dónde está mi Paul Varjak mirándome desde la ventana esperando a que termine mi canción?
Tiene que haber un mundo paralelo a éste en donde las cosas sean más simples, tipo cobrar por ser feliz, o que te regalen una casa por escuchar a la gente. No puede ser que existamos solo para comer, dormir, trabajar y ser escritores de una realidad que pide a gritos un cambio de escenario.
Sé que no todos desean los millones de dólares que yo creo merecer para que se cumpla la profecía de mi yingyang, pero los que ya lo tienen les falta lo que a mí me sobra: alegría. ¿Se dan cuenta? ¿Qué planeta en el sistema solar reúne a tanta gente incompleta? Si no es el dinero, es lo espiritual, y si no es lo espiritual, es lo psicológico.
Estamos rotos, o desalmados, o empobrecidos o escribiendo un sábado por la noche en vez de estar nadando con los delfines en las Bahamas.
— Ceci, en las Bahamas un tiburón se acaba de comer a una chica. Salió en las noticias, te recomiendo otro lugar para vacacionar, me dijo una colega cuando se enteró de que ese era un posible destino para ir con Jamie Lynn.
Me alegro de no haber sido yo; primero porque el escualo se hubiera quedado con hambre, y segundo porque desde que Jamie me enseñó la técnica de pegarles un puñetazo en la nariz creo que me da más miedo hacer el ridículo que morirme.
By the way…ese fue un pantallazo de nuestro diálogo en el mar cuando nos fuimos de viaje; Tomo I “como defenderte cuando no podés defenderte” por Jamie Lynn.
Según ella, cuando vivía en Hawaii y nadaba con los tiburones, los surfistas le dieron un par de lecciones de cómo sobrevivir a los grandes depredadores marítimos, y como verán, ahora quiere pasar el legajo.
No puedo ponerme una zapatilla normalmente porque se me engancha el juanete entre la plantilla y los cordones ¿y voy a darle un derechazo a un tiburón?
Supongo que por ésto la elegí como amiga, porque sus lecciones veraniegas han dejado una ráfaga imborrable en el cartucho de mi memoria, cheers for that darling!
A lo mejor de tanto meditar pueda viajar astralmente, como hacen los hindúes, que sin un duro cruzan de Varanasi a mi cocina. Gratis y sin visa.
Acá en occidente nos lo tenemos que currar un poquito más, ponchamos nuestra tarjeta de crédito en el servidor y que Dios nos bendiga hasta que un rojo sangre nos detenga.
Por eso cuando yo sea millonaria estas cosas no van a pasar, viviremos viajando para quemar los recuerdos de pobreza y nos revolcaremos en las playas paradisíacas de la abundancia. No les pido que me acompañen, ya que tal vez el "de 9 a 5" los tenga amordazados con un jefe estricto, pero los espero un fin de semana largo, sin estrés, sin hijos y listos para para cazar corales.
¡Nos vemos en Maldives!

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