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Un novio para mi familia

 

Después de mi última ruptura amorosa decidí buscarme un novio en serio y le propuse a Netflix que nos vayamos a vivir juntos. El cabrón me cobró doce dólares por su compañía y juró no dejarme cuando me viera hasta la coronilla. Es lo que dicen todos, pero a este le creo porque aparece en mi resumen de cuenta todos los meses y hasta ahora, siempre cumplió con su palabra. No tenemos que usar condones, no corro el riesgo de quedar embarazada, no discutimos por quien lava los platos y graciadió… no tengo que bajar el asiento del inodoro cuatro veces al día. Me dice lo que quiero escuchar, me deja elegir y como si fuera poco, me da un abanico de opciones por si el plan A y B no me gusta. No voy a sacar sus trapitos al sol de cuando me tira con una cadena de películas del año 96’ que la dieron más por cable que por YouTube…pero todos tenemos un lado oscuro, y ese es el de Netflix: Jennifer Aniston. Que si la veo a la petisa en un trailer más nos veremos en la corte firmando el divorcio.

Trece capítulos, una migraña severa y cinco días después…terminé la maldita serie de Luis Miguel. Harta de verlo tirarse el pelo para atrás y escuchar al padre decir “coño” cada dos minutos; mi querido Netflix me invitó a mirar 45 Revoluciones (titulada 45 rpm) …Una serie situada en España en los años 60s. Supongo que se sintió tan mal por haberme torturado con las queseras baladas mejicanas, que quiso reivindicarse con este serie, que más que entretenerme, me acercó a la vida que tendría que haber vivido. Llena de rock n’ roll; personajes intensos, profundos y auténticos. Una secuencia de actores impecables derrapando con un guion bien dirigido; ardidos por la realidad que los quemaba por dentro y yo me incendiaba con ellos. Rápida, encantadora, sufrida. Con diálogos viscerales y nostálgicos que te aprietan el gatillo de la compasión sin que te desanimes porque sabés que todavía queda el final; una solemne despedida de un plot impecable y revolucionario, como la serie misma.

Al terminar mi duelo junto al último capitulo, me tomé el atrevimiento de googlear a uno de los actores principales: Guillermo Rojas (Iván Marcos), y como lo que me sobra es descaro, también lo busqué por Instagram. 

Lo encontré más rápido que el Wifi, me encantaría decir que fueron mis recursos periodísticos, pero todos sabemos bien que la belleza está más expuesta que la investigación y si hay algo que este chico tiene es belleza. 

Por lo menos, físicamente. Ya analizar su personalidad sin haber tomado un café en Galicia sería sacar conclusiones demasiado rápido, porque el apuesto caballero es español—con un acento que me lo comería con cuchillo y tenedor ( yam, yam, yam).

Mi desparpajo me llevó a escribirle un mensaje esperando que me lo conteste el día que Jupiter tenga oxígeno; normalita y sincera dejé mi marca de pichi-que-no-la-conoce-nadie y cerré la aplicación olvidándome de mi infatuación y de su hermosa cara que dejó un fogonazo en mi retina. 

A los tres días me contesta diciéndome “linda”, como si se hubiera puesto un espejo adelante, seguido de un “gracias”, como si el agradecido hubiera sido él de recibir un mensaje más de su groupie número cuatro mil. Le iba a proponer casamiento, pero mi lápiz digital se marchitó al tipear la palabra “cuándo…”, no sentía que era el momento apropiado para hablar de compromiso. Mi modernidad lo hubiera asustado y no estoy como para cargarme al hombro una relación a distancia más. Lo que se traduce a: si necesitas que renuncie a mi ciudadanía norteamericana para estar con vos, lo hago. 

Señores, se terminaron los potros salvajes y ahora llegaron a mi vida los Carcales— el liderazgo felino que estaba necesitando.

Gente a la que habría que hacerle un juicio por ser altamente atractiva. 

Acaricié la pantalla de mi I-phone 5…y la besé 45 veces; la cantidad de momentos que este hombre arrasó con mi pulso y la maldita serie que le hizo jaque mate a mi contrato con la estética.

Lo declaré famoso, no-disponible, casado con hijos y a una avión de distancia. Mi ángel guardián me dio un coscorrón diciéndome que deje de perder el tiempo con actores que ya tengo veinte años de historia. Unos por mentirme y otros por ser profesionales. 

Ahora no solo que estamos “conectados” ciberneticamente, si no que además nos seguimos mutuamente en las redes sociales, genial. Sístole-Iván-diástole-Iván-sístole-Iván-diástole-Iván. Por lo menos mi pobre corazón late por alguien y no está destrozado tomando whisky con Guillermo Rojas, viendo como pueden escaparse de las escenas y besarse en el backstage, mordiéndose suavemente el maldito tiempo que les queda hasta el próximo hallazgo.

Dudo de que leas mi relato, pero de hacerlo…quiero que sepas qué tu talento quedó sepultado en mi disco rígido, donde atesoro mis historias más sagradas y en donde en algún plano vos y yo éramos héroes, atravesados por la fortuna de habernos encontrado en estos tiempos tan difíciles. 

 

Dedicado a Iván Marcos, actor de la brillante serie 45 rpm.

 

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