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El aborto y sus lobistas

Cuando estudié mi carrera en Periodismo y Comunicación, el grupo académico que dirigía las clases nos instaba a que siempre investigáramos por cuenta propia antes de sacar conclusiones precipitadas. Pero nunca nos decían que siguiéramos al dinero para evaluar las verdaderas intenciones de los movimientos que se llevaban a cabo en distintos puntos del país. Esto lo aprendi de grande, cuando dejé de comerme las trampas que la educación quiso imponer sobre mi permeable inocencia. El adoctrinamiento no se la llevó fácil conmigo, ya que a diferencia del resto de los estudiantes—traga libros y chupamedias—, yo había nacido rebelde, y mi naturaleza me salvó de la programación radical de querer borrarme la inteligencia de a poco para convertirme en un peón del sistema: sumisa y obediente. 

Caballo de Troya

 

Siento que este fin de semana—entre la ley Marcial y las apuestas en el mercado financiero por el agua—me la voy a pasar stockeandome para los próximos tres años. ¿Dije tres años? Nah, esto explota mucho antes.

El tema es que cuándo explote me agarre con el bowl de pochoclo (a tu salud Gustavo) y un botellón de agua alcalina en la mano. 

No sé si escribir sobre la era de Acuario, que empieza el veintiuno de diciembre, si mencionar a Júpiter y Saturno como los responsables del devenir, o si decirles que se abrochen los cinturones porque este safari nos va a dejar a todos con un león en el techo y cuatro ruedas panza arriba. Se vienen tiempos lapidarios, y mi termómetro es la ignorancia de los demócratas frente a todas las causas penales y jurídicas que estamos atravesando. Desde el arresto de empresarios manejando organizaciones de tráfico de niños, hasta máquinas tecnológicas manipulando votos (en el mundo entero). Vacunas que están matando gente y gente que está matando pacientes. No solo hay videos clandestinos de cómo el cuerpo médico está colaborando para este genocidio, sino que soy testigo de un conocido que confirma el asesinato de su abuelo internado por una gastritis. Abogados, psicólogos y médicos por la verdad en el mundo entero luchando contra la masacre más grande la historia: una gripe.

Polémica en consultorio dental

Turno con la dentista. Rompí la placa de relajación de los nervios de no encajar en este planeta. Cuando pensé que limarme los dientes por la situación actual era suficiente, llega la odontóloga pidiéndome que por favor me suba el bozal hasta cubrirme la nariz. Se sienta a mi lado y me empieza a dar una clase de epidemiología que jamás le pedí. Me cuenta que si pudo superar la década de el HIV, esto también pasará.

Vacunación compulsiva

 

Los tecnócratas de Silicon Valley están por correr a ponerse la vacuna, ¡y menos mal! Alguien tiene que morir en nombre de la ciencia. La ciencia que favorece a un tipo como Bill Hates a reducir la población y a infertilizar las mujeres para que dejen de tener hijos. O mejor dicho, para que se queden embarazadas y después aborten entregando los fetos a P l a n  P a r e n t h o o d. Tantas cremas hechas de residuos de bebés asesinados que me cuesta creer que estos graduados de Stanford no analicen los componentes que estos productos tienen, pero sí saben como desactivar una bomba atómica y hackear el Pentágono. Esto es lo que pasa cuando una vida tiene menos valor que un algoritmo. 

El desencuentro de la virtualidad

Con órdenes estrictas de parte del psicópata del gobernador de California de no salir de nuestras casas ni juntarnos después de las veintidós horas, el sábado tuvimos una cena épica en la casa de mis amigos argentinos: Fernando y Sebastián.

A Seba no lo puedo mencionar porque dijo que a él no le gustaría aparecer en mis relatos sin revisar el documento antes de que salga a la luz. Por lo que eliminé por completo la opción de incluirlo en mis descripciones.

En cambio Fer, es de los míos; alguien que se revuelca en el suelo con su propio ego apadrinando el sarcasmo y restándole valor a la necesidad de sentirnos importantes para sobrevivir. Cheers for that brother!