La herencia de las vacunas
Nunca me consideré una persona antivacunas, sencillamente porque en los años ochentas estas cosas no se cuestionaban, se sabía muy poco, y la gente—en términos generales—no se enfermaba o moría por vacunarse. Crecí sana y jamás me cuestioné la agenda sanitaria que mis padres aplicaron sobre mis adorables bracitos.
Carta para una generación perdida
Querida generación de idiotas, en algún momento les tenía que dedicar unas lineas, no porque las vayan a leer—ya que no pueden sostener la atención más de diez segundos—, sino porque tengo la esperanza de que mis palabras tengan el poder de aplastarlos contra sus pantallas digitales y apartarlos del mundo al que creen pertenecer. Pensándose originales por el simple hecho de existir, cuando no han hecho nada innovador, más que vivir del esfuerzo de generaciones pasadas que han trabajado sin parar para que ustedes se acrediten el rango. Una hipermasificación de imbéciles que se creen con más derechos porque nacieron en una década en donde no tuvieron que hacer ningún esfuerzo para conseguir lo que querían. Apretando una tecla, inventando un personaje “online” que les ha servido para desestabilizar la propia identidad, flotando al margen de la realidad. Proyectando un superhéroe que lo único que ha logrado es virtualizar las relaciones personales. Evadiendo la intimidad y el compromiso que significa un verdadero vínculo.