Miami en lata
Después de dormir siete horas en una cama de verdad, me fui al tercer hotel. O sea, en veinticuatro horas pasé por dos hoteles y cincuenta y cinco minutos invertidos en buscar el tercer aposento que me alojara por los siguientes siete días. Ponché el plástico una vez más y ahí se fue la luna de miel con el marido que no tengo. Un cuatro estrellas en Fort Lauderdale, una manejada de diez minutos y las cosas están empezando a volver a la normalidad— o eso pensé yo hasta que me encontré con el agente que iba a mostrarme departamentos en zonas que yo había elegido antes de viajar.