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El COVID y sus consecuencias

En el último mes han bajado las tasas de infidelidad, la gente ha dejado de ser promiscua y yo tuve dos propuestas de matrimonio en un mismo día.

Mensaje para mi madre: por favor no te ilusiones, el ser humano no quiere morir solo y aparentemente mi perfil les aparece en primera plana junto con el índice de infectados.

Parece ser que este virus está limpiando el vicio de una especie en declive, aunque se limpia todo menos mi radiador—que está tirándome una cadena de divorciados y aburridos de estar solos para la segunda temporada de Lost. 

El problema empezó con la extensión de la cuarentena, pero el verdadero conflicto estalló cuando la NASA advirtió que el 11 de abril un asteroide chocará contra el planeta Tierra destruyendo a casi una ciudad entera.

¡Nos vamos a morir! Me dijo uno de los candidatos involucrados en la propuesta matrimonial, “y ya que estamos por desaparecer te lo voy a decir: ¿cuándo nos casamos?”. Una declaración virtual, treinta videos de tecnología 5G alterando nuestro ADN y una imagen de un microchip después, llegó la segunda pregunta: ¿Mar o montaña? Y después la tercera: ¿Con o sin votos? El señor, un amoroso la verdad, (ya que me lleva como quince años) pero su exmujer le puso nueve demandas cuando firmaron la separación oficial. No voy a decir que esto último fue su culpa, pero si no afilamos ese contrato puede que la que termine rodando por esa colina matrimonial sea yo. 

El cloro en los tiempos del COVID

Me levanté esta mañana y me dolía todo el cuerpo, ¿puede la vitamina C causar dolor intramuscular? Busqué el paquete y leí los efectos secundarios. Como mucho estaré publicando mi segundo libro desde el baño, pero de músculos, ni cerca. Después caminé hacia la cocina y me empezó a picar la garganta; ¡Coño! Es el polvillo de la yerba,—pensé— pero no podía parar de toser y después me mareé e inmediatamente me vinieron todas las imágenes de los noventa videos que vi en el último mes. La falta de respiradores en los hospitales, el murciélago de Wuhan aleteando sobre mi cabeza, la máscara que me hice con un pedazo de media vieja y no funcionó, un chino tomando sopa y desmayándose, la falta de alcohol en gel en las tiendas, mi estado civil que no acompaña en una epidemia, el duplicado de las llaves de mi departamento que nadie tiene, los cincuenta litros de agua tónica para prevenir el virus. Todo-junto-en-un-solo-cuadro: yo tirada en el piso tosiendo todas las historias que escribí hasta hoy. Siendo una persona apartada del terror mediático, caí en las garras de la maldita prensa amarilla y la paranoia de un censo en anfetaminas. Lograron surtir el efecto indicado: asustarme. Y eso que es difícil asustar a alguien que jamás recibió dinero del ratón Perez porque mis padres no registraban mis pérdidas dentarias.

Nostradamus

Si mi vecina de arriba pasa la aspiradora una vez más, creo que la voy a ahorcar con el tubo flexible. Gente que vivió como la mona toda su vida y ahora de repente con la pandemia surgen los trastornos compulsivos de higiene. Además tienen un perro, al que aparentemente no cepillaron por diez años hasta hoy; y entre el perro, la turbina del electrodoméstico, la movida de muebles a las tres de la madrugada, se merecen cómo mínimo que los ate a la rejilla del ventilador. Esta psicosis mundial no solo está agotando medicamentos para la ansiedad y la depresión, sino que está engendrando nuevas especies en peligro con Lysoform en mano y alcohol en gel.

Yo digo, ¿tantos cursos de yoga y alimentación vegana para llegar a esto?

¿La compulsion del orden y la limpieza reinando la paz del hogar?

Ya me los crucé tres veces y sé que son ellos porque tienen cara de asustados. Entiéndanme, esto es Estados Unidos, mucho Hollywood y poca acción. Están paniqueados y tuve suerte de que no fueran de cuerpo en los palieres del edificio. Me conformo con que al menos mis cotorritas de al lado decidieron abandonar el plumero por la filosofía oriental— sino no sé de que hablan por tantas horas.

Una guerra económica

 

Siempre supe que el sistema quiso controlarnos, hay autores y cineastas que nos han dado un empujón para que dejemos de mirarnos el ombligo y despertemos a una realidad superior que nuestra propia burbuja. Desde escritores como Carlos Castaneda hasta películas como The Matrix, Contagion, Communion, The 4th Kind, Inception, El Secreto, What the Bleep, etc,.

Innumerables realidades que nos han tratado de decir por décadas que hay un culto perverso detrás de todo esto que no le interesa nuestra vida en lo absoluto. Porque los psicópatas que manejan el sistema ponen a los políticos adelante para que nosotros pensemos que son ellos los que deciden por nosotros. Nos revelamos y enojamos y pensamos que son los responsables de nuestra economía y estabilidad. Joder, ¡de nuestra salud! Y si a esta gente no le importa si vas a morir, mucho menos le va a importar que te cures. Este virus,—creado para resetear la economía, hundir a las empresas familiares y beneficiar el mercado financiero Chino— tiene un propósito mucho más siniestro que la venta de una vacuna—que claramente ya tienen—, y es que generaron una guerra sin ensuciarse las manos sacándose de encima a la gente que ya no aporta al sistema. Un negocio redondo, y lo más brillante del plan: lo ejecutaron desde nuestro instinto más milenario: el miedo. La manera más básica y primitiva de dominar a los humanos. El miedo a morir y el miedo a lo desconocido. 

Aniversario COVID

Que en tu cumpleaños se junte: la cuarentena, la cuaresma, la falta de reposición de máscaras en una pandemia, la distancia social y el celibato, son como demasiados deseos para pedir a una sola vela. No sabía si soplarla o ponerme de rodillas. Por favor terminemos con la frase “es un cumpleaños histórico”, Benito Mussolini también lo fue sin embargo nadie quisiera recordarlo. Los arianos nos identificados por la capacidad de aglomerar masas industriales de personas cortadas para la amistad, pero este año, la economía China ha decidido favorecerse inventando un virus para comprar el mercado financiero y arruinar mi festejo alejándome de mis seres queridos. Acepto que me contradigan, pero ahora pasemos a lo importante: ¿en serio qué piensan que un animal lo trajo? Entiendo que la gente come cualquier cosa que le ponen en el plato, pero comerse un error de este calibre es pecar de inocente en un mundo lapidario.