Blog

El COVID en los tiempos del amor

Esta pandemia ha arrasado con muchas vidas, pero aparentemente no con las indicadas. No sé si el GPS del virus está mal programado, o los chinos agregaron más saliva de murciélago de la cuenta, pero los que se tendrían que haber ido, siguen acá. Estorbándome a altas horas de la noche para pedirme un hombro virtual sobre un futuro divorcio y una separación de bienes. Hello? Soy Periodista, no abogada. Aunque la intención de la víctima no era que diera el martillazo y dividiera los muebles por dos el consejo me lo pidió igual. Entiendo que el psicoanálisis forma parte de nuestra cultura y a pesar de que mucha gente se queja, les encanta escuchar nuestra opinión. Mi problema no es ese, ya que me sobran más opiniones que hisopados.  El núcleo del conflicto es que junto a la salud, la gente ha perdido el sentido común también. Y quieren escuchar lo que ya saben. Como si mis palabras fueran una cascada de agua fresca que les echa una visita por primera vez.

Discando al futuro

Cuatrocientas mini pepitas de chocolates, seis videos de tecnología 5G y catorce videollamadas después, recibí un mensaje del chico que me gusta diciéndome que su madre también me lee. Bárbaro, ¿me tiro del balcón por las teorías conspirativas o por una potencial suegra que me conoce sin conocerme? Yo sé que a ustedes les preocupa más mi estado civil que mi muerte, pero si seguimos así…en vez de morir nuestra cuenta nos van a matar ellos. No la familia de este chico, claro, sino el sistema. 

Todos están preocupados por el virus y a mí lo único que me preocupa es la tecnología. Sé qué viniendo de una escritora que habita en la zona de Silicon Valley suena como un oxímoron, pero últimamente he estado investigando tanto sobre el tema del crecimiento de torres inalámbricas, que la paranoia me llevó a contactar a un médico y a mi servidor de internet: Sonic. 

Horóscopo pre apocalíptico 2020

Aries: increíble Aries, sos la luz que la medicina estuvo esperando. Te encerraste en el laboratorio de tu médico de cabecera mezclando la lavandina con el hidrógeno de carbono y pafate: salió la formula de hidroxicloroquina que está curando a los enfermos del COVID-19. Sos una bala Aries, una bala para robar prescripciones ajenas y lucirte por el mundo con la inteligencia de otros. Un ladrón sofisticado que está curando a la gente con el ingenio de científicos europeos que no tienen las herramientas de negociación que tenés vos. Cuidate Aries, tu destino oscila entre la cárcel y un hotel siete estrellas en la Islas Canarias. 

 

Tauro: el encierro de esta cuarentena hizo que clavaras los cuernos en todos los sillones de tu casa llenando la casa de goma espuma. Te cabreaste tanto con tu soledad que cuando te miraste en el espejo también te peleaste con vos mismo y hasta le pediste a tu otro yo que preferías tener el virus a estar adentro un día más. Le dijiste a tu reflejo que no soportabas no discutir con la gente y que si no hacías enojar a alguien pronto, te saldrías del horóscopo. Consejo: si sentís que te estás por quitar la vida por favor llamá al 911. No queremos ser los responsables de juntar tu cuerpo.

Aparición de testamentos

 

Con esto de la cuarentena me he sentido obligada a seguir ordenando mi vestidor, regalé tanta ropa en los últimos quince días que ya vestí a medio edificio. A pesar de que retiraron mis donaciones con mucho escrúpulo, han sabido seleccionar las mejores prendas dejando las feas criando hijos en el palier. Divinos mis vecinos, llenan las alfombras con pelos de sus mascotas pero se llevaron el pantalón de cuero más chulo de la colección.

No voy a pedir jurisprudencia en los tiempos que corren, ¿pero no habrá sido esta incongruencia lo que hizo que el virus se propague?

 

— Ceci, ¡basta con el virus! Me dijo una seguidora de mis escritos.

 

— ¿Ah sí? Entonces explicame, ¿cómo antes tu perro dormía en la cama con vos y ahora le rociás las patas con lavandina y lo hacés dormir en el balcón? No puedo parar de escribir sobre esto porque estoy acojonada de la incoherencia mundial. Si no lo hago, no quedará registro alguno sobre los hechos que las famosas vacunas de Bill Gates borraran de nuestra conciencia.

 

Encima hoy leí un testamento casero por las redes sociales; no solo que la gente piensa que va a morir, sino que además gestionan la distribución de sus riquezas a través de un video en YouTube. Somos una raza tan débil que en vez de buscar soluciones e informarnos de lo que verdaderamente está pasando, nos entregamos a planear nuestra muerte.

Y el puñetero sistema lo sabe, y se debe estar pegando la panzada de su vida con tanta previsibilidad. Por mi lado estoy tranquila; primero porque mi testamento lo escribí cuando tenía quince años, como verán, mi familia era mucho más complicada que este virus. Y segundo, no le temo a la muerte. Tomo mis precauciones, pero no le tengo miedo al miedo. Una técnica de los medios para infundir pánico y paralizarte: la repetición hasta el hartazgo. La reprogramación que los noticieros han logrado con esto de la pandemia, hasta mi madre duda de que soy su hija. Cualquier persona que mira y escucha algo sin parar durante mucho tiempo, se lo termina creyendo. 

Al estilo Santo Domingo

 

Con esto del virus no solo ha florecido el planeta Tierra, sino que ha nacido una nueva generación de jardineros y cocineros. Está todo el barrio con las tijeras de podar y la maquina de cortar el césped desde las ocho de la mañana. ¿Cuántas veces más querés enterrar la misma flor? 

La pobre vegetación ya no puede más con una camada de humanos aburridos de las noticias y el encierro. Ancianos trepados al pino del jardín, señoras jubiladas enterrando tulipanes, y algún padre de familia que no suelta la brocha y ya se pintó todo el frente de la casa. Lo que esta gente no sabe es que un asteroide está por golpear el globo terráqueo a una velocidad de 55,000 kilómetros por hora, y que es muy probable que esa tijera junto a todos nosotros, se vaya a la chingada.

Llegó el momento señores, ¡larguen los problemas ahora o llévenselos para siempre!

La buena noticia: es que hasta ahora se ha confirmado que el asteroide destruirá solo una ciudad entera—mucho menos daño de lo que hemos causado nosotros con el simple hecho de existir.

Mientras estaba calculando cuántos años más de vida me quedan en este sitio, me llamó nuevamente el Papi, mi vecino de Santo Domingo que vive en diagonal a mi ventana.

¿Es mucho pedir qué ese asteroide caiga en su terraza?